No se el por qué, pero siempre le quise rozar sus dulces labios, desde el primer momento.

sábado, 21 de mayo de 2011

- Hay cosas que nunca cambian; yo no soy una de ellas.

Sí, soy de esas que se acurrucan en mitad de la noche, que se muerden las uñas, la típica que se tira horas y horas delante de el ordenador aunque no hable con nadie, escandalosa, la que grita en cualquier lugar y delante de cualquier persona sin ninguna vergüenza, porque no tengo de eso, y la que habla con la primera persona que le pase por su lado, de las que es ponen eufóricas con la música a todo volumen, y adoro andar descalza con mi madre por detrás riñéndome. Sí, también soy una persona de extremos. Para mí o es blanco o es negro, no conozco el gris. O te quiero o te odio. Hay cosas que me dan igual completamente y otras que las doy la mayor importancia posible. Puedo recaer horas seguidas o reírme con fuerza. Tengo días que puedo ser la más pesada del mundo, la más empalagosa, o puedo ser punto y aparte para el mundo y no querer tener a nadie a mi lado, y esos días, es preferible estar lejos de mi. Puedo llegar un día por la mañana hecha polvo, sin ganas ni de decir hola, o puedo llegar dando saltos y bailando de alegría. Puedo ser muy delicada o ser la persona con menos paciencia del mundo. No me gusta atarme demasiado a las cosas, aprendí que siempre te acaban dando la espalda. Soy desconfiada hasta que demuestren lo contrario. Si tengo un día malo lo pago con el que no debe, nunca con el que me lo jode. A estas alturas la gente debería conocerme, debería saber que si he entrado en su vida fácilmente puedo salir sin dar explicaciones. Un día puedes tenerme a tu lado y el otro habré desaparecido. Yo tomo mis decisiones con fuerza. Si sabes todo esto, es porque me conoces. Y si me conoces, cuando me vaya, sabrás como hacer que vuelva; porque es cierto, hay cosas que nunca cambian.

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