No se el por qué, pero siempre le quise rozar sus dulces labios, desde el primer momento.

jueves, 17 de diciembre de 2015

Y la vida sigue girando al ritmo que le marca el paso del tiempo. Las hojas de los árboles anuncian que va a dar comienzo el otoño y bailas al son del viento. Te dejas llevar. Tu cuerpo avanza en el tiempo, todo lo que te rodea envejece, cae, desaparece...
Pero tú vienes y vas. Y vas y vienes.
Y llega el invierno, y con él el frío, la lluvia, los abrigos y el tiempo pasa. Pasa y pasa.  Avanza. El reloj. Las estaciones. Tú. Yo.
A veces me paro y me contemplo. ¿Es el paso del tiempo el que hace que este sitio, que siempre fui yo y fuiste tú, decaiga y envejezca? ¿Es el paso del tiempo el que hace que conduzca mis pasos hacia otro sitio? ¿Es el paso del tiempo el que me hace ser otra?
Ahí estás, de pie al otro lado del abismo. Ahí estás otra vez. Estás ahí, donde crees siempre haber estado.
Estás donde caen las hojas de los árboles, donde la lluvia te azota el cuerpo y resbala sobre ti, donde el viento mece tu cabello y donde empiezan los años de nuevo. Estás donde pasas de 12 a 13, de 13 a 14, de 14 a 15... Estás donde abandonaste una de las cosas que más te definían. Estás donde crees que vas a volver a ser la misma. Estás donde crees querer estar.
Estás y no estás.
Y al fin y al cabo vienes y vas. Y vas y vienes. Y sigues girando y girando. Y sigues dejando que todo lo que sientes te pase por encima.

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